06 enero 2007

La identidad nacional.

Identificarse como miembro de una comunidad real o inventada que llamamos nación en uno de los hechos más importantes del mundo contemporáneo. La identidad en los seres humanos es múltiple: nos identificamos como miembros de una comunidad religiosa, como miembros de una comunidad pequeña en la que hemos nacido, como miembros de una región o comunidad autónoma, como seguidores de un equipo deportivo, como miembros de una comunidad de orientación sexual, etc.
Estas diferentes identidades pueden estar presentes en los seres humanos sin problemas, conviviendo todas ellas sin que ninguna domine a todas las demás. Esto es así en circunstancias normales, no en caso de conflicto. Hoy es claro que la identidad dominante es la nacional, con la excepción, quizá, de los homosexuales y los islamistas que forman una comunidad internacional en cuyos individuos la identidad sexual o religiosa es lo más importante. Está claro que cuando hay crisis, sensación de hostigamiento, peligro o problematización, la identidades múltiples no son posibles en plano de igualdad, una de ellas pasa a ser dominante.
El fenómeno por el cual la identidad nacional ha asado a ser dominante en el mundo de hoy es algo que se produce desde al menos finales del XVIII con la creación de los estados-nación y ha tomado nuevo impulso en los últimos años por la crisis de muchos de esos estados-nación creados a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, hecho conectado con fenómenos actuales como la globalización económica y cultural, la crisis de las utopías sociales, la revolución científica y tecnológica, la aparición de una sociedad postindustrial, fenómenos que en conjunto han dado nombre a una nueva época histórica, la postmodernidad y a la crisis de la Historia, “el fin de la Historia” tal como era entendida en los tiempos modernos: un metarrelato del devenir de la Humanidad.